Me he convertido en
polvo sobre la olvidada mesita de noche. He de sentarme frente a un río
contaminado y encharcado de recuerdo, en el que se refleja una risa loca y
ruidosa que vuelve salvaje el condenado instinto, que grita en tres tonalidades
diferentes que me haga bandolero y que la despoje de la ropa.
Mi condena se ha basado desde el principio en mirarte de
reojo y permanecer pétreo ante el ritmo de tus tacones y tus formas , trazadas
por un artista que vendió su pequeña porción de alma a un caprichoso Mefistófeles
que tenía decoradas las paredes de su hogar con los retratos , sacados de
ocultos relatos, mas inconfesables.
Y me veo forzado en sueños a buscarte más abajo de donde el
Sol luce orgulloso…
Pues sé que como capricho nunca te alojarías en el cielo,
que gotea ante tu imagen y peca ante el enjambre de risotadas que siempre
invaden tu voz.
Intuyo que tu huida es premeditada. Puedo imaginar que las
últimas señales fueron tan obvias que te cortaste con una rápida pasada de
visión, con una sinuosa palabra. Quizás se te atragantó algún varonil verso… o
tal vez es que te cansaste de seguir el febril juego de la serpiente y el
dragón.
Yo, cercano al suelo, quieto en mi morada, ejerciendo
devoción, presión y paciencia. … Tú, alzando las alas como bandera, siempre en
movimiento, volátil, ruidosa, brillante. Suministrando e insuflando vida,
transmitiendo tras los cristalinos
espejos las coordenadas y la posición en que unas manos deben de agarrarte,
como se deben enjaular tus garras con suaves nudos tejidos con sabanas
empapadas, testigos del desenfreno y los aullidos con los que tus fauces ponen
en guardia a una luna resquebrajada en su maquillada noche.
Yo, alimentando la estúpida ceguera, encerrado en
pensamientos incandescentes…
Tú, temiendo el tacto de un ciego cubierto de llamas y
papeles en los que interpreta lo deseado y lo vivido.
Hay que conformarse con lo que nos toca.
Saliva y una pequeña llamarada de fuego… después ceniza y
olvido.
Así paso mucho tiempo… Acariciando ese pésimo grabado
esculpido en frío mármol e imágenes paganas. Una escultura creada a sabiendas
que terminarían quedando grietas surgidas del capricho y la codicia… Una
imperfecta imagen de una Andrómeda atada con las cadenas naturales formadas por
una ligera y brillante trenza, que soltará el cuerpo de la roca cuando sea
necesario…Cuando se aburra del cautiverio consentido de un par de horas. Esa es
la mejor forma de conseguir una inmortalidad poco merecida. De conseguir
paginas arrancadas y una atención que desprecia.
En esta búsqueda no hay héroes… No hay damiselas en apuros…
ni siquiera peligros o monstruos… Solo existen escenarios que tras una pasional
batalla quedan vacíos.
D. Brun